http://www.youtube.com/watch?v=ZuFH7mRgLUU&feature=plcp
(Link de video con voz en off)
Texto escrito:
Pelotón.
Aunque iba poco de papá, ya existía una rutina. Nos dirigíamos a su cocina y mientras hablaba
con mamá en la mesa yo desarmaba en el suelo mi caja de soldados, sabiendo, que no tenía sentido alguno. Progresivamente
mis papás subían el tono, y, en cuanto giraba mi cabeza ambos estaban rojos
como tomates y llenos de venas por la cara. Era entonces cuando mamá me
levantaba y me llevaba al living a los empujones. Pateando, unos momentos
después, todos mis soldaditos por el costado de la puerta.
Acá sucedía
lo extraordinario. Mientras me quedaba solo en la inmensidad del living, y lo
único que escuchaba eran los gritos de mis padres, el corazón parecía que se
iba a salir volando del cuerpo y en lo único que pensaba era en jugar con mis soldados.
Como la despedida de mamá me la avisaría el rechinar de su silla, me podía
anticipar a cualquier sorpresa. Los organizaba en la gigantesca mesa y
comenzaba. Era uno más en el pelotón.
Me
encontraba detrás de la trinchera. Uniformado: enorme casco, pintadas en el
rostro y arma en mano. Nunca pude volver sentir como lo hacía entonces. La
emoción se traducía en ganas de, entre llantos, correr y gritar pero, sobre todo, de derrotar al enemigo y
sabía que no podía echarlo a perder. Asomé mis ojos por la fortaleza y se dirigían hacia nosotros desde el páramo. Si
bien, en cantidad, eran considerablemente menos que nosotros, nadie ignoraba su
basta experiencia en combate. Era su general y, como tal, me haría cargo de todos
mis soldados.
Eran enormes y aunque las nubes
cubrían su cuello y rostro, divisé en uno de los dos, rasgos de mujer. Mientras
avanzaban hacia nosotros, producían intolerables gritos y temblores en la
tierra que afectarían la puntería de mi pelotón. Sabía que si llegaban a
nuestra base, no tendríamos posibilidad alguna, así que, ordené que comenzara
el fuego igualmente.
Los disparos fueron muchos más
directos de lo que creí pero no generaban daño alguno. Por momentos descendían
la velocidad, pero su paso, conjunto con sus gritos, seguían siendo constantes
y en menos tiempo del que esperaba los teníamos
a una considerable cercanía. Solo nos quedaba una última posibilidad, y
al ver terminada la mayor parte de nuestras municiones, supe que era momento de
utilizarla. Di la orden, y, al detener el fuego, los gigantes aceleraron su
marcha. Me informaron que ya estaba todo listo y ordene que la acción sea
ejecutada . Adelantándose de las trincheras se encendieron las mechas de más de una docena de cañones. El ataque fue
casi instantáneo, más de la mitad impactaron en el vientre de quien supuse, era
hombre sin causarle efecto, pero el resto, sin contar los perdidos en tierra,
fueron a parar a las piernas y tobillos de la mujer. De pronto se barajo una
posibilidad que no estaba entre mis posibles predicciones. La mujer comenzó a
tambalear, adelantando una
inevitable caída encima nuestro. Ordené
que se despejara el área pero ya era demasiado tarde.
El sonido de su caída, el del rechinar de una
silla, me devolvió al living. Junte mis manos y lance de un movimiento mis
soldaditos al suelo. Si papá se enteraba que jugué en la mesa del living,
realmente me mataba.
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